Este
es el primero de una serie de artículos que tienen por finalidad el dar a
conocer al lector algunas ideas generales de la Psicología Analítica, así
como facilitar el conocimiento de la
metodología de trabajo de este enfoque psicoterapéutico.
Desde los planteamientos psicoanalíticos hechos por Freud, se han desarrollado diferentes orientaciones en este campo. Estas variaciones surgen de los distintos acentos que los investigadores han hecho en torno a la naturaleza y dinámica de la mente humana. Por ejemplo; Freud desarrolla su teoría en base al deseo sexual; Adler lo hace en torno al instinto de poder; Jung, desde su estudio de los complejos y arquetipos (Inconsciente Colectivo); Klein, desde la relación madre-hijo y la evolución defensiva del niño; Lacan, con su énfasis en el lenguaje, etc.
La presente aproximación se
ofrece desde el enfoque psicoterapéutico que surge del trabajo de C.G. Jung, lo
que en adelante llamaremos Psicología Analítica, para diferenciarlo de las
otras corrientes del psicoanálisis.
Concepto de Hombre, biológico y psicológico.
Desde la psicología analítica se
afirma que el ser humano nace como entidad biológica y psicológica. Aceptar la
realidad de la mente (psique) tanto como el cuerpo (soma), será el punto de
partida de esta aproximación. Ambos
elementos constitutivos de la vida humana exigen su reconocimiento, ambos
tienen sus relaciones, dinámicas y límites que debemos considerar si queremos
ser fieles a nuestra totalidad.
Nuestra
Psique se organiza en dos dimensiones. En una dimensión
Consciente, compuesta de aquellos contenidos que podemos identificar (pensamientos,
sentimientos, percepciones, experiencias, opiniones, intereses… etc.) y dar
cuenta de ellos a nosotros mismos o a los demás. Así como de una dimensión
Inconsciente, que estaría constituida por procesos psicofisiológicos (Instintos
e Imágenes psíquicas, Complejos) que están bajo el umbral de la consciencia
pero que se manifiestan activamente en nuestra vida cotidiana, tanto en sus
efectos positivos como negativos para nuestra experiencia.
En sus aspectos
positivos podemos reconocer nuestra creatividad, esos momentos en que una idea
o imagen viene a nosotros aportando una nueva perspectiva para abordar una
situación vital. O como una motivación o interés que nos moviliza hacia nuevos
caminos que no habíamos considerado hasta entonces.
En su faceta
aparentemente negativa encontramos el malestar psíquico, es decir, síntomas
como ansiedad, excitación, temores difusos o focalizados, estados de ánimo alterados
o confusión, pensamientos recurrentes en torno a los mismos temas, etc. Síntomas
que nos inquietan y nos motivan a la búsqueda de tratamiento, una psicoterapia
que nos ayude a encontrar y transitar hacia el cambio.
En
el ámbito de nuestra mente consciente, el Yo es el factor central y, como tal, deberá
ser el mediador entre las demandas de nuestra vida interior, nuestros instintos
y complejos (más o menos inconscientes) y los requerimientos del mundo externo.
Por lo tanto, el trabajo analítico se orienta al desarrollo de habilidades para
que nuestro Yo reciba, contenga, represente, filtre e integre estos contenidos
inconscientes que buscan ser reconocidos, por una parte. Y por otra, desarrolle
habilidades para adaptarse satisfactoriamente a la vida. Lo que se traduce en
un desarrollo de nuestra personalidad. Un estar en el mundo con mayores recursos
de autoconocimiento y de adaptación al devenir de la vida.
La terapia analítica, encuentro y diálogo.
El encuentro analítico es
fundamentalmente dialógico. La terapia se basa en un dialogo donde paciente y terapeuta se muestran activos, tanto en la
escucha como en sus intervenciones.
Un dialogo donde
tienen cabida las vivencias del paciente, incluidos sus aspectos sanos y sus
síntomas. No solo se busca reforzar una perspectiva del pensamiento lógico o
racional, sino también facilitar el tránsito hacia un cambio en el sentir del paciente,
se procura atender a aquellos aspectos que el paciente tiene dificultades en
vivenciar e integrar y que pueden estar expresándose en el síntoma. Se procura
un dialogo donde las vivencias y sus imágenes psíquicas encuentren
paulatinamente la posibilidad de ser integradas por el paciente ampliando los
dominios de su personalidad, de su ser y estar en el mundo.
El analista pone
su psique y su saber a disposición del paciente. El analista como un mediador,
ayudará a tender los puentes necesarios para que el paciente se relacione de
una forma creativa con su mundo interior y encuentre en su entorno la
satisfacción que necesita y se puede procurar. El analista puede considerarse una herramienta para acompañar al paciente en el
transito del desequilibrio al equilibrio, de la confusión al orden, del
sufrimiento a la salud, del estancamiento al movimiento.
El paciente
aporta su historia, sus recursos personales, sus conflictos, sus intentos de
cambio, sus búsquedas, sus sueños y complejos. Sus deseos de sanar, de querer
salir de la situación dolorosa en la que se encuentra y crecer como persona. Aporta
la materia prima que el mismo puede desconocer y desde la cual se intentará facilitar
el surgimiento de una perspectiva de desarrollo, que le permita sentirse mejor
consigo mismo y con los demás.